La vida del Príncipe Siddartha no tiene mancha. Su constante heroísmo igual a su convicción; y si la teoría que a preconiza es falsa, los ejemplos personales que, son irreprochables. El, es el modelo acabado de todas las virtudes que predica. Su abnegación, su caridad, su inalterable dulzura o se desmienten ni un solo instante. Prepara silenciosamente su doctrina con siete años de retiro y meditación; la propaga por el sólo poder de la palabra y la persuasión durante más de medio siglo, y cuando muere en los brazos de sus discípulos lo hace con la entereza de un sabio que practicó el bien toda su vida, y está seguro de haber encontrado lo verdadero.